Este es un diario de viaje que se fue escribiendo durante los 33 días que duró mi experiencia mundialista, que recoge la historia de Rusia, la vida en sí y la noticia de la Copa del Mundo


Día 1: Moscú

“Si tengo éxito seré feliz”, piensan muchos. Y sí. El futuro lo imaginamos más prometedor que el presente, porque soñamos vivir situaciones que ahora no podemos. Tal vez antes pudimos, pero ahora, ahorita, en la actualidad, no la estamos teniendo. Y pensamos e imaginamos. Y si no llega nunca, y nos cansamos de soñarla o la vemos imposible, aparece esa maldita palabra llamada nostalgia, resumida en dolor y angustia, que Sabina canta: “No hay nostalgia peor que añorar lo que jamás sucedió”.

De chico, de muy pequeño, imaginé muchas situaciones. Algunas, muy pocas, pasaron y otras tantas se me fueron olvidando por el día a día o por la misma madurez de los años. Pero hay una que quedó y se me gravó en la retina… y es mi sonrisa. Mis gritos de alegría y abrazos a partir de ver un grupo de hombres con caras borrosas vestidos de celeste y blanco, levantando un trozo dorado. Era la Copa del Mundo.

Mil historias escuche de esos dos días y tengo una película interna, que reúne todas ellas y me hace estar ahí. Pero me falta algo. Me falta ese sentimiento interno. Eso que te pasa adentro, que luego se externaliza en la sonrisa y el llanto, en el grito y el abrazo con desconocidos. En la adrenalina y el éxtasis que corre por la sangre, el no poder dormir. En el seguir reviviendo esa imagen día a día y hablar de esos momentos con tus pares.  Y eso que me falta es lo que vengo a buscar.