Me crucé con mi salvador. Esta historia no la conté acá, pero antes de llegar a Catar, estuve a 3 minutos de quedarme varado en Estambul. Me había asustado un poco. El viaje era: Barcelona- Estambul; Estambul – Doha. Cuando subí en España me pidieron pasaporte, pasaje de salida de Qatar y Hayya Card. Tenía todo y subí sin problema. Es más, venia con almuerzo incluido: el último vino de los últimos 30 días.
Llegue a Estambul. Estuve una hora de escala y cuando iba a abordar me encontré con dos sorpresas: una buena y otra peligrosa. ¿La buena? Viajé con el Pibe Valderrama, un tipazo.
¿La peligrosa? Es que me escanearon por primera vez la Hayya y les daba error. Ellos no entendían qué pasaba, pero algo tenían claro: “Ese es un problema tuyo, soluciónalo y veni”. Hubo cierta confusión. No tenía internet, ni señal en Estambul y solo faltaban 10 minutos para que cerraran la puerta. En medio de la tensión, pedí ayuda a un colega catalán que estaba cerca. Le pregunté si tuvo algún problema por ser prensa.
“No, ninguno. Pero veni, vamos a hablar”, me respondió. Sacó un tono dulce, intercambio dos o tres palabras y me pasaron mandaron a hablar con la jefa para explicarle la situación. Le muestro que tengo la Hayya “aprobada” con número y todo, pero ella volvió a insistir que le daba error. En medio de esa conversación y a 3 minutos de que el avión cerrara sus puertas, la jefa hizo silencio.
Sin levantar la vista del escritorio, cortó pasaje, le saco una foto a mi Hayya y estiró la mano para devolverme todo. Ni me miro. Tampoco pregunté y me subí rápido al avión. ¿El catalán? Mi salvador, ya que pudo sacarle el negacionismo a la turca que estaba empeñada en no dejarme pasar.
Y, ¿saben dónde me lo vuelvo a cruzar? Sí, en este evento FIFA para periodistas más de 30 días después, en donde me lo topé a la salida del baño. Había más de 3000 personas invitadas, cinco barras, dos escenarios. Y una vez más, este catalán me volvió a dar una alegría. Estábamos charlando, post abrazo de reencuentro, y llegó una colega suya a preguntarle si quiere volar en helicóptero. “Claro, vamos”, le respondió el catalán, pero antes, me saluda de nuevo y me dice, si tú queres ir pregunta allá. Abrazo de despedida y me dejó la posibilidad picando.
Voy a buscar a Diego, colega del diario Los Andes de Mendoza, y le comento la situación: “Voy a volar en helicóptero, ¿vamos?”. Saltó de la silla, terminó la cerveza en dos segundos y se vino. Aunque tuvimos que regresar a la silla porque se olvidó el saco, ja.
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Hicimos tres preguntas, nos respondieron las tres que no podíamos, pero nos mandamos igual. Aparecimos en el helipuerto y con la sonrisa de finalista comenzaron a hablar. Primero en inglés y luego nos dimos cuenta que los que organizan esto son españoles. La jefa del circo del helicóptero nos dijo que no había cupo para el de las 22:10 que nos vayamos, que le dejemos un celular y que antes de las 23 nos iban a llamar a ver si podíamos. Nos querían descartar, pero hicimos fuerza. Empezamos a hablar de fútbol con un madrilista, se sumó otro fanático de Messi y estuvimos un rato hablando del mundial, hasta que en un momento, el helicóptero que iba a salir a las 22:10, aterriza. Bajan los que fueron a dar una vuelta, y empiezan a subir todos los que estaban en la misma sala que nosotros. Ahí Diego está rápido y pregunta: “Hay lugar para nosotros dos en este, ¿no?”. Y se manda. Nadie respondió, pero ya estábamos camino a subirnos. Nadie nos detuvo y ya estábamos sentados. Nadie nos bajó y ya estábamos volando arriba del Lusail.