Sofia,Bulgaria- Me fue imposible no relacionar a Sofia con Rusia. Tiene muchas particularidades en común: elefantes blancos como edificios estatales, bloques de vivienda que están en un estado fuerte de precariedad y mucho dinero destinado a la religión que mantiene verdaderas joyas como templos.
Lo que me alegra saber del búlgaro (o lo que ví en estas horas) es su “pompocidad” a los vicios. Los bares tienen chineneas de tabaco, que se suma al habano de algún extranjero, que con perfil de “langa” tirotea a cada rubia con ojos claros que pasa: o sea casi el 85% de las búlgaras (chequeado este número solo por quien escribe estás líneas).
Pero sus vicios no se limitan al cigarrillo. Su amor profundo por el café arrebató toda mi atención. Desde que llegué a Bulgaria, los veía consumir café en vasos descartables todo el día, todo el tiempo. Cuando camine la ciudad lo confirmé: tienen en todos los lugares que se juntan más de tres personas un dispensador de café.
Y el tercero y más importante que vi, es el vicio a la libertad: muchas personas comer solas en restaurantes. Algo que en algunas cultura se relaciona a algo negativo (como en Korea), pero aquí no. A pesar de que sean muy católicos y tradicionalistas, lo miran sin intimidación.
Otro contenido de la ciudad que observé fueron la cantidad de teléfonos públicos. Estos antiguos aparatos de comunicación están decorados con graffitis y completan con las intervenciones de las paredes de la ciudad agregándole arte y belleza a Sofia. Tal vez es la única funcionalidad que le da el gobierno porque no existen los artistas de semáforo.
La capital
Si debería definir, la describiría como un gris, donde Moscú sería el negro y San Petersburgo el blanco. Tiene la belleza y desarrollo -parecido- a San Petersburgo, pero tiene los problemas de tránsito que Moscú. Juega ahí, entre una ciudad capital y una ciudad europea. Transa con la Unión Europea, pero su economía no se entera rige en euros. Coquetea con las mezquitas y la iglesia ortodoxa, pero son buenos samaritanos porque no cobran el agua para el mate y te dan prioridad en la senda peatonal.
El vino esta bien y te dan la comida muy rápido cuando la pedis: vuela.
Ojos azules
Cuando salí del último almuerzo en Sofia, pase por otro local de comidas de camino al centro que me cautivó. Su jardín delantero me llamó. Entre sus salpicones de césped, nacía, en la base de un par de flores, una estatua pequeña que secuestró mi atención. No solo eso, sino que me flechó con la misma violencia en que se dejan las zonas liberadas y con la misma vehemencia con la que le cortan las manos a un mendigo.
A partir de esa escena, entendí que no importa si estás en el obelisco o en el este de Europa, siempre in podrán intentar avergonzarte, patearte hasta de hecho lo lograran, pero lo único que jamás podrán controlar ni apagar es el fuego de sus ojos.
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