Este es un diario de viaje que se fue escribiendo durante los 33 días que duró mi experiencia mundialista, que recoge la historia de Rusia, la vida en sí y la noticia de la Copa del Mundo
Día 7: San Petersburgo
Por un momento, pensé que los rusos eran daltónicos. Les mostraba la bandera de Argentina o el escudo de la selección y no comprendía de qué país era, ni sus colores. Le repetía Argentina en todas las acentuaciones del inglés o de las que te puedas imaginar y nada. Hasta que una palabra es la llave que desencadena la sonrisa y el entendimiento. Aparecen cinco letras coordinadas y acentuadas que le hacen recordar que el celeste y blanco corresponden al equipo de él. De Lionel Messi.
En estos siete días en Rusia quedé sorprendido. Sus ciudadanos -en su gran mayoría- no saben hablar inglés, pero se las ingenian para ayudarte. Sacan su celular y te buscan el traductor, o van parando a otros rusos en la calle preguntando si alguno habla inglés. Hasta que lo consiguen. Esa sensación de éxito, queda representada en la salvación de saber a dónde vas o a dónde estás, o tener la certeza de saber lo que estás comprando.
Pero lo que más entendí esta semana es que tenemos una llave. Una llave celeste y blanca que abre camino y sonrisas. Cuando decís “Leo Messi”, los ciudadanos de San Petersburgo se alegran. Transforman esa sonrisa falsa, simpática y fría, en una sincera que deja ver el color de sus dientes.
“Messi” es una palabra que genera entendimiento y apertura de conversaciones, porque representa más que una persona, es un icono mundial, un abanderado, pero…¿se acuerdan que casi es campeón del mundo con España? O peor aún, tal vez se podría haber declarado catalán y no jugar un mundial.
En este caso me alegra saber que el reglamento de FIFA exista y no permita que juegue en otra selección, desapareciendo así la pesadilla que ronda por las noches, que se esfuma cuando la realidad llega, el sol sale y mis ojos se abren.
Por eso, hoy, día de la bandera y previa del segundo partido de Argentina, creo que es momento de brindar por él. Por la excusa de juntarnos con nuestros pares, pero reconociendo que en la actualidad no tenemos mejor bandera que la sonrisa de él. La sonrisa del diez.