Las calles de Doha ya son nuestras por completo. La seguridad de los metro no se gasta en mantener en orden en los andenes, sino que aprovecha la locura argentina para registrar videos con su celular. Los voluntarios, en todo lugar al que vas, se sonríen al escuchar: “I’m argentine”. “Oooh, vamos Messi”, responden, en un castellano rasposo. Están contentos. Es que es entendible: las calles de la capital de Catar dejan de ser monótonas cuando llegan los argentinos. Sean tres o cinco mil. Los cánticos están, los colores también y la felicidad nunca falta. Se rompen las estructuras millonarios de 200 pisos, color arena, y sale el sol, sea de día o de noche. La celeste y blanca da vida a una ciudad que parece un Monopoly.
En medio de esta alegría y dentro del mundo feliz que tiene FIFA, solo vi discutir dentro de un estadio a tres mujeres de unos 19 años con otra mujer de unos 40. Daba la impresión de que la más grande era la jefa, pero las cuatro eran voluntarias. No supe qué idioma eran en el que hablaban, pero en tono enojado mencionan a Messi. Las tres estaban asignadas a hacer respetar los lugares de las cámaras en la zona mixta post partido de Argentina contra Australia. Ya eran la 1:30 de la mañana en Doha y seguían hablando.

Muchos de los partidos que se vendrán de acá en adelante en el Mundial, se definirán por lo físico. En realidad, por el aguante. Y acá, en esta situación, fue igual. Al parecer, a las tres mujeres les habían dicho que por la zona mixta iba a pasar Messi. Pero, al haber sido elegido como mejor jugador del partido por Budweiser, iba a ir a la conferencia de prensa a responder las tres preguntas que te obliga FIFA. ¿Y qué pasó? En teoría, el 10 no iba a pasar por la zona mixta porque ya iba a hablar con la prensa y las chicas se sintieron estafadas. Se podía ver en su cara y, según entiendo, le estaban pidiendo a la jefa poder ir unos minutos a la conferencia de prensa para poder estar cerca de él.
¿Y saben qué pasó? La jefa perdió por insistencia. Bah, en realidad las tres jóvenes ganaron por desgaste y entre caras de felicidad, salieron disparadas a la sala contigua. La jefa, cuando las perdió de vista, hizo una pequeña mueca y movió la cabeza para los lados. Casi como una señal de “no puede ser esto”. Pero los partidos se juegan y se ganan, como la selección ayer.