Una jubilada de 65 años intenta trabajar su trastorno obsesivo compulsivo: “Ahora vivo un poco más cómoda, aunque me falta”.


Siete ladridos al mismo tiempo de diferentes ángulos crearon un ruido intimidante en la puerta de la casa de Stella. No hay timbre ni se tiene que hacer aplausos. No se necesitan. Los perros avisan que hay alguien en la puerta y ella aparece. Con una sonrisa, aprueba la visita y los animales se llaman al silencio. Abre la doble reja con la llave que tiene colgada en su cuello: “En esta casa se pierden muchas cosas, y es muy importante tenerlas seguras”.

Los cinco gatos que copan la mesa la abandonan para irse a la habitación y dejan al descubierto el mate y el libro que Stella estaba leyendo: “Quiero terminar esta colección que nunca leí, para poder donarla y darle algo de valor”.

Esa casa, a metros del centro de la ciudad, esconde algo más que vida. Dentro de sus 80 metros cuadrados, una jubilada de 65 años acumuló durante muchos años objetos y animales. Vivió encerrada entre cajas, con 25 gatosy 15 perros, y hoy intenta habitarla sin atentar contra su vida: “Ahora puedo limpiar mi hogar, antes no podía ni deambular dentro”.

Stella Maris es médica y jubilada, y desde el 2007 se asentó en su domicilio actual. Dos décadas atrás había vivido en Cutral Co y por el cáncer de su madre se vinieron a la capital: “La enfermedad la consumió por dentro, en seis meses murió ella, y un año después mi papá. En ese momento, pasamos de vivir en dos casas grandes en el interior de la Provincia a una pequeña en la ciudad”, describió Stella Maris, quien comprende que ese pudo haber sido el inicio de su trastorno, al no poder desprenderse de objetos con un enorme valor sentimental.

“Yo me sentía culpable, no podía tirarles las cosas a mis padres que habían muerto”, detalló la mujer, y marcó su dolor: “Lo que más me costó abandonar, y me generó mucha angustia, fue un equipo de música que mi padre quería mucho y se lo había ganado en un sorteo”.

Hace dos años, Stella se tuvo que encerrar en su casa con 25 gatos. Uno de ellos había intentado cruzar la calle y un auto lo pisó. “Me dolió mucho”, se entristeció. La solución que encontró fue poner una doble reja, para que ninguno de los gatos pudiese salir. “El problema fue que el chico tardó un año en hacérmelo, imaginate lo que fue ese verano con los 25 adentro, más los perros que estaban afuera”, relató Stella.

A partir de que una de sus vecinas “la sacudiera”, “ella entró en razón”. Si bien contó que “vivía en un desorden absoluto”, nunca se había puesto a eliminar todo aquello que no le hacía falta o le entorpecía la vida. “Ahora siento una comodidad porque uno puede deambular. Yo antes no podía limpiar, eran tantas las cosas que tenía en todas partes. Y acepto que me falta ordenar y sacar mucho, pero por lo menos puedo caminar por adentro, antes era imposible”, contó.

“Hace algunos meses me pasó que una gata estaba muy enojada por la historia que tenía antes de llegar a esta casa y se me encerró en la habitación en la que yo no duermo. Y estuve como tres meses sin poder agarrarla. Ella estaba ahí adentro, entre las cajas que tenía, y yo no logré encontrarla de la cantidad de cosas que tenía”, describió la jubilada, y concluyó: “Después de un mes que no le di comida, salió y claramente tuvo el mismo trato que con el resto de los animales”.

Mirada médica

Internet define, de forma rápida, que las personas que son acumuladoras compulsivas tienen un “síndrome de Diógenes”. Pero José Lumerman, médico psiquiatra y director del Instituto Austral de Salud Mental, explicó a LM Neuquén: “En realidad, la acumulación es un síntoma de otros trastornos, puede ser un síntoma de un trastorno obsesivo compulsivo (TOC); o de una persona demente; o de alguien que tenga psicosis crónica”.

Foto de Lean Gutierrez

Y a su vez, marcó: “Lo importante es el valor que la persona le adjudica a la cosa. Esa cosa no importa si tiene vida o no, porque los seres humanos cargamos mucho significado a todo. Lo fundamental es encontrar qué es lo que realmente tiene esa persona y en el caso de que sea un TOC, qué es lo que detonó”.

“Frente a la soledad de pareja o de la familia, las personas suelen complementarla con animales. Y a muchas les alcanza. Hay viudas y viudos que tienen sus animalitos y a veces se humanizan esas mascotas, pero el problema radica en si se lleva al extremo, porque nadie puede vivir con un acumulador”, dice.

El médico psiquiatra describió: “Hoy en día la persona se da cuenta que tiene un TOC, porque es un síntoma. Es decir, el delirante no sabe que está delirando porque esa es su “realidad”, pero la persona que tiene TOC padece el síntoma. Viene a consultar porque no puede soportar más la angustia”.

Coaching, ¿la solución?

Griselda Godoy es vecina de Stella y la está ayudando: “Hemos tenido grandes avances con ella, ya que ahora se puede caminar por la sala de su casa”. Además de ser diseñadora de interiores, está preparándose para hacer coaching, una herramienta que le permitió “sacudir” a la jubilada de 65 años.

Foto de Lean Gutierrez

La misionera, que hace 16 años vive en Neuquén, desarrolló algunos de los conceptos con los que ella trabaja: “Una persona se tiene que dar cuenta que es una acumuladora cuando las cosas empiezan a atentar contra su vida, contra su salud, o cuando los espacios no cumplen su función para el cual fueron creados. Y esta es la parte más importante para que se las pueda ayudar: que se den cuenta y tengan ganas de cambiar. Cuando veo eso, aplico un programa que dura aproximadamente 21 días”.

La mujer, que tiene la oficina privada pegada a la casa de Stella, explicó que “uno de los mayores problemas es el destino de las cosas” y expuso la problemática: “Muchas veces no se desprende uno de las cosas porque no sabe dónde, tal vez falta algún sistema de recepción”.

Griselda punteó: “Hay cuatro grupos de destino hacia donde deben ir las cosas. El primero es la donación. El segundo, el reciclado. El tercero es aquella cosa que no querés tirar, pero sabés que no usás. Entonces, lo separás dos o tres días y si en ese período de tiempo no lo utilizás, va al cuarto grupo: la basura”.

Foto de Lean Gutierrez

“Este proceso me está ayudando mucho, Griselda vino y me dio un empujón grande, ya que saqué muchas cosas que tenía en el paso y me hizo poner primera para empezar a sentirme cómoda en casa”, describió Stella, y agregó: “Me falta mucho aún, pero día a día intento hacer algo”.

El doctor José Lumerman describió que la salida es a partir de un abordaje integral, en donde participen distintos profesionales, entre ellos el especializado en farmacología y en terapia grupal. “Lo importante es encontrar si hay un hecho post traumático que causó eso e ir hacía allí”, aseguró el Director del Instituto de salud mental.

El deseo de Stella

“Me compre este mate porque tiene la bombilla pegada y me sirve cuando los animales me lo tiran, ya que no pierdo ninguna de las partes”, describió Stella Maris con una sonrisa: “Algo similar me pasa con los platos, tengo uno de cada pueblo porque me los tiran siempre”.

Entre el olor a la comida balanceada de los animales y al ruido molesto de un par de moscas, Stella concluyó: “Ser acumulador es como una adicción. Yo agarraba muchas cosas pensando que las iba a utilizar, o tomaba animales de la calle pensando que en casa iban a estar mejor, y no me daba cuenta que estaba en un círculo complicado, que no podía seguir viviendo así”.

Foto de Lean Gutierrez

“Las únicas cosas que jamás tiraría son mis tres libros favoritos, entre ellos El Principito”, se sinceró esta jubilada que encontró vida en cada una de las cosas de su casa y está trabajando para desprenderse de ellas: “Para poder vivir cómoda en mi hogar, lo tengo que hacer”.


*Artículo publicado en LM Neuquén.