Este es un diario de viaje que se fue escribiendo durante los 33 días que duró mi experiencia mundialista, que recoge la historia de Rusia, la vida en sí y la noticia de la Copa del Mundo
Día 12: Moscú
El pan y queso es el peor juego definitorio que existe. No necesitas tener ni táctica, ni velocidad, ya que el más tramposo de los dos participantes es el que gana. Es un juego de imposición en donde el azar es una máscara y las oportunidades no existen.
Marruecos, ya eliminada de la Copa del Mundo, es la selección que supo muy bien cómo jugar con las reglas. Las entendió y marcó un precedente que nos invita a pensar: ¿De qué país somos?
La selección africana llegó al mundial con 18 partidos sin perder y 14 victorias. Un equipo que en su defensa tenía una muralla, pero en su pasaporte doble nacionalidad. Solo siete de los veintitrés convocados nacieron en Marruecos, el resto consiguieron ser ciudadanos a partir de “las vías legales”.
¿No era que nuestra nacionalidad estaba ligada a la tierra donde nacimos? ¿Qué similitud tiene un francés con un marroquí? ¿Y por qué pueden jugar juntos? ¿Son del mismo país?
El pan y queso que nos invita a jugar este sistema donde vivimos es la suerte o el infortunio de la oportunidad. Depende en qué país nacés, tenés más o menos probabilidad de vida, y dependiendo en qué clase social te críes será la calidad de vida que tengas. Romper con eso es complicado porque nos ponen trabas económicas y culturales. El estudio es el arma más fuerte que hay para salir victorioso frente a la racha invicta del sistema.
Marruecos, jugó con eso, con las reglas no establecidas. “Con llegar hasta el cordón y no la punta de la zapatillas”. Se impuso dentro de las mismas reglas y armó una selección de selecciones que tuvo a su alcance.
No alcanzó. No ganó en la cancha, pero hoy se despide y tal vez muestre la misma picardía que tuvo en el pan y queso frente a España.