Este es un diario de viaje que se fue escribiendo durante los 33 días que duró mi experiencia mundialista, que recoge la historia de Rusia, la vida en sí y la noticia de la Copa del Mundo
Día 12: San Petersburgo
Una flor, común y corriente, entre hambre, guerra y bombas, fue la que le dio una joven niña al jefe de la orquesta, Karl Eliasberg, en 1942. Una flor valiosa cuando solo queda desazón y ratas como único menú.
Novecientos días estuvo asediada Leningrado -ahora San Petersburgo- por el ejército alemán, en donde el plan era que murieran de hambre. Rodearon la ciudad, sin que nadie pudiera entrar o salir, le tiraban bombas desde el cielo.
La respuesta, en ese estado crítico, fue la cultura. Ensayaron y tocar la Séptima Sinfonía de Shostakovich, tal vez para olvidar el hambre o como una exclamación de que no los dieran por muertos. Y lo lograron.
Colocaron parlantes en toda la ciudad y la música pintó de nuevo las parades y dibujo felicidad, por un momento, en la cara de los ciudadanos. Les dieron aire, ganas de vivir y de seguir luchando.
Hoy, varios años después, la Argentina está viviendo algo similar: necesita poder respirar. El país está sufriendo económica, política y socialmente y ve como única salida al fútbol, en un terreno donde, tal vez, pueda llegar ganar. Y presiona. Alienta cuando gana e insulta cuando pierda.
A menor escala, estamos viviendo una crisis dura para el pueblo. La comida empieza a salir de la mesa, el transporte se empieza alejar y la discusiones políticas generar malestar.
Por eso, hay que aprender de esta ciudad, en donde comenzó la Revolución Rusa. Hay que jugar como sonó aquella sinfonía, para que le demos a nuestro líder esa misma flor. Esa flor que brilla en un país que está por prenderse fuego.