Cómo un maestro jardinero superó esa barrera y se convirtió en ejemplo


De Callejeros a María Elena Walsh. De personal trainer a futuro docente. Del barrio al aula. De la lucha feminista a la elección libre de aprender a demoler barreras. Con 26 años, Adán Palacios Cid tomó una decisión fuerte: está a un paso de recibirse de maestro jardinero y ya realiza prácticas frente a los chicos en el aula.

Viaja con su novia y ríe en su auto mientras suena una canción de María Elena Walsh. La playlist de Adán cambió tanto como su vida. Tres años antes, Pato Fontanet tomaba el estéreo y musicalizaba el ambiente. Ahora, la pareja cabecea de forma sincronizada la canción infantil y entiende su mensaje profundo.

Adán nació en Neuquén. Transitó su vida entre amigos del barrio, bajo las etiquetas pre-armadas y las conductas sociales naturalizadas, donde la mujer era la débil. Si un niño lloraba, era una nena. Si un chico recibía un golpe y no lo devolvía, era una chica. Si un hombre no le gustaba el fútbol o el rugby, perdía su virilidad. Pero un día vino un grupo de mujeres y rompió el esquema. “Gracias a la lucha feminista pude estudiar lo que me apasiona”, expresó el joven de 26 años.

El 2017 fue el año que marcó su camino. Eligió especializarse como maestro jardinero y empezaron los prejuicios desde sus pares. En la fila, esperando para inscribirse, unos compañeros se acercaron para marcarle que esa no era la mesa de docentes primarios. Que estaba equivocado y que era “raro” que estuviese ahí, entre todas mujeres. Pero él reafirmó su deseo.

 

“Es extraño que estudies eso, vas a tener muchos problemas”, fue la primera reacción de su madre cuando se enteró la especialización. Los padres siempre lo apoyaron en las decisiones: primero hacer el curso de personal trainer y luego para ingresar a trabajar dentro de la Provincia de Neuquén, en el área de desarrollo territorial. Y aunque esta vez no fue la excepción, la duda existió.

“Las primeras barreras que tuve que romper fueron las propias, sentí que no iba a poder conectar con los chicos por mi género y me daba mucho miedo”, contó. En la teoría, Adán recibió el apoyo de sus docentes y desde las aulas del instituto incentivaron su formación, a pesar de ser el único hombre en las clases. Y en la práctica, describió que su cuerpo se invadió del mismo terror y prejuicio que había hecho poner en jaque su deseo por iniciarse en esa profesión. “Al cruzar la puerta, estaban los nenes y no sabía cómo reaccionaría. Era mi primer día y tuve miedo”, se sinceró. “Cinco fueron los segundos que tardaron en verme y abrazarme. Desde que crucé esa puerta, siento que dejé los prejuicios y todos los miedos que me atormentaban, y en ese calor humano y sincero de los niños entendí que había elegido bien”, aseguró el joven docente.

“Es increíble la diferencia, nosotros -los adultos- cuando discutimos en el trabajo estamos una semana disconformes o mal predispuestos, en cambio los niños a los dos minutos de haberse peleado ya están jugando de nuevo”, explicó este joven, que no logra comprender en qué momento las personas pierden esa capacidad. También destacó que en el trabajo con los chicos se nota la diferencia de aprendizaje de aquellos que primero pasaron por un jardín maternal.

Adán Palacios Cid eliminó sus propios miedos y ayudó a combatir las estigmatizaciones. “En el primer jardín maternal las docentes se sinceraron conmigo y me dijeron que se asustaron cuando supieron que un hombre iba a estar con sus chicos. Pero luego de conocerme se dieron cuenta que esta profesión no tiene género sino muchos prejuicios, como en todos lados”, señaló.

Las etiquetas pre armadas también las padeció con el padre de uno de los niños, cuando se quejó en el instituto diciendo que “se sentía incómodo que un hombre cuide a su hija”. Las autoridades del jardín le preguntaron si tenía algún problema específico para sentirse así y la única respuesta fue su género.

Después de contar su historia, Adán se fue sonriente, con su delantal de Dragon Ball. Saludó, prendió su auto en donde antes sonaba “Lo reprimido, cuando está cautivo, te impide salir” y hoy se escucha “Del jardín soy duende fiel, cuando una flor está triste”, soñando con la construcción del reino del revés.

 

 

Artículo publicado en La Mañana de Neuquén.