Este es un diario de viaje que se fue escribiendo durante los 33 días que duró mi experiencia mundialista, que recoge la historia de Rusia, la vida en sí y la noticia de la Copa del Mundo


Día 8: Nizhny Nóvgorod

La ciudad estuvo cerrada. De afuera no se podía entrar, ya que guardaba secretos de las construcciones de las armas de la Unión Soviética. En la Guerra Fría, fue una ciudad temida ya que de aquí pudo haberse escrito el fin de la propia Guerra Fría y el comienzo de una guerra. Distintos tipos de armamento se construían y se probaban en esta ciudad, dejando de ser la ruta del té y de la seda a ser la ciudad de la artillería.

Anoche, en el tren puesto para los “Fan Id”, frente al camarote  que me tocó, hubo reunión de argentos. Los rusos tal vez pensaban que era una especia de reunión de consorcio, pero no. Estábamos hablando de fútbol y de la información que no llega por estar viajando.

Primero, hicimos un análisis del partido contra Islandia. Ya era la quinta vez que exponía mi balance, pero esta vez había oídos nuevos. Escuchaban, y opinábamos. Luego, los cambios que haríamos. “A veces es mejor no saber las modificaciones que hará el técnico, así no sufrimos tanto”, aseguró un argento que recién había llegado a Rusia. Por tercero, los que se quedaron afuera de la lista. Y para cerrar la jornada, ya con el sol escondido, el confesionario apareció en la boca de mi vecino: “Tengo miedo de que Argentina pierda. Si eso pasa, estamos afuera”.

Por señal del destino, o como obra de la casualidad, la charla en ese momento se interrumpe por un argentino que pasa. Cabeceó de por medio y le vemos el “10” con la de Messi en su espalda que se aleja por el pasillo.

El miedo se fue, la confianza apareció y un silencio unánime nos mandó a dormir. “Hay que confiar, tenemos la mejor arma de la ciudad”, me repetí antes de conciliar el sueño.