Este es un diario de viaje que se fue escribiendo durante los 33 días que duró mi experiencia mundialista, que recoge la historia de Rusia, la vida en sí y la noticia de la Copa del Mundo


Día 30: Tallín (Estonia)

Los niños jamás desean ser árbitro. No conciben ese labor como parte del fútbol, pero tampoco entienden cómo llega la comida a la heladera o qué hace su madre o padre cuando sale bien temprano por la mañana. La percepción del niño va a lo principal, a lo que más le importa.

A su vez, no entienden las políticas de gobierno. No les importa quien es el jefe de Gabinete o quien el ministro de Economía. Solo le importa que no llueva para poder ir a jugar.

Pero, como bien afirmó un presidente post crisis 2001, en un panorama desalentador entre el hambre, la poca esperanza y la fuga de jóvenes del país:

“La Argentina está condenada al éxito”, y que no sea extraño que ahora los niños se quieran vestir de celeste.

La crisis del inicio de década hizo que la visión de la política vuelva a ser negativa. Desde la finalización de la dictadura se generó un miedo por el significado de la palabra “político” y a eso se sumó la desilusión post “corralito”.

Los fracasos y las malas gestiones hicieron que la juventud crezca alejado de ese lugar de transformación. Pero volvió. El país, luego de la recesión, comenzó a mejorar y una gran masas de la juventud volvió a la política siendo uno de los objetivos del gobierno nacional de turno.

Hoy, lejos de la política oficial y cerca de un juego, el éxito puede crear un laboral en la visión de los niños que antes no había. Como alguna vez le pidieron a sus padres que le compren armas para jugar a la guerra o esposas para ser policía, tal vez luego de que Pitana dirija la final, les pida que les compre un silbato.