A nueve años del asesinato en una ruta neuquina del docente  Carlos Fuentealba, su mujer expresa en este entrevista la falta de justicia y describe que él fue “víctima de víctimas”


 

Neuquén-. La herida sigue abierta y la impunidad política no la deja cicatrizar. La imagen de Carlos Fuentealba no es más que un trabajador, quien luchó por sus derechos y el de todos sus compañeros, hasta que le tocó morir en esa Ruta 22. Un final que no buscó. Él siempre intentó protegerse, pero “alguno había que matar”. Fue “victima de victimas”, explica a El Equipo Sandra Rodríguez, la acompañante, alumna y a su vez, profesora de “el negro”.

El verbo “ser” es muy complicado para Sandra en el momento de referirse a su esposo. Cuando lo conjuga con el “era” se refiere al Carlos Fuentealba observador, constructor y luchador. Habla de una persona que nació en 1966 en Ciudad de Luz, un pueblito cerca a la Cordillera de los Andes, y que a los 13 años se radicó en Neuquén capital para comenzar sus estudios secundarios. Un persona de carne y hueso que le enseñó a amar y a observar lo lindo que tiene la vida.

Pero ese docente de 40 años quedó en la ruta de Arroyito, donde dio su última clase, cuando Darío Poblete le disparó generándole un paro cerebral, que luego de 36 horas le provocó la muerte. Después de ese 4 de abril de 2007, Carlos Fuentealba pasó a ser para algunos una imagen, un colegio, una película, una canción, el nombre de una cátedra en Cuba, una anécdota. Para otros una estadística, un muerto más. Pero para Sandra y sus dos hijas era y será “el negro”.

-¿Cómo te sentís después de estos 9 años?

-Me siento sola y cansada. Siento el apoyo de mi familia, amigos, militantes, pero no alcanza. Cuando pasó todo esto yo tuve que salir a poner el cuerpo y la cara por la lucha que llevamos. No me preparé para esto. Después de 9 años, y después de tanto tiempo el dolor es cada vez mayor por que no pudimos encontrar la justicia.

Sandra sintió el apoyo de todo el país tras la muerte de su esposo desde el primer momento. Cuando el doctor del Hospital Dr. Castro Rendon le comunicó que el daño ocasionado por el proyectil en la cabeza era “irreversible”, ella abrazó a sus hijas, quienes tenían 14 y 9 años, y les dijo: “Antes éramos una familia de cuatro y ahora vamos a ser una familia más grande, vamos a hacer más abierta”.

-¿Imagino que estás orgullosa de tu esposo?

-Si, y estoy agradecida del reconocimiento que se le hace. A pesar de que moleste la exposición por la falta de intimidad, que las escuelas lleven su nombre y que lo reconozca como lo que fue hace mantenerlo vivo como docente, y esto genera que no sea un muerto más. Nadie que haya muerto es uno más, todos tiene una historia de vida, una familia. Y esta familia está presente y queremos que la verdad de lo que pasó se sepa. Por que detrás del asesinato hay una responsabilidad política.

– ¿Por qué afirmas que fue un asesinato político?

– Bajó una orden de arriba, desde la gobernación en la que tenían que reprimir violentamente. Y parece que tenían la orden de matar a alguien para el escarmiento del gremio docente, por que Carlos se estaba yendo. Los que dicen que fue un enfrentamiento mienten. Él estaba abandonando la ruta junto con todos sus compañeros.

Su esposa resalta la característica de compañerismo que tenía “el negro”. Presenció los partos de sus hijas y les enseñó a cuidarse solas. ”Aprendimos de él lo valioso de la vida, el amor a la naturaleza y la simpleza, y yo le expliqué cómo era la docencia”, afirmó mientras sus ojos se cristalizaban. Carlos empezó a estudiar el profesorado de química, luego de haber trabajado varios años. La situación del país hizo que realizara trabajos de electricidad, que había aprendido en la escuela técnica. Después ingresó a un supermercado donde estuvo 5 años pero su entorno familiar notaba que día a día iba perdiendo la luz que lo caracterizaba. Dejó ese empleo y gracias al apoyo de Sandra, pudo cumplir su sueño de ser docente, que por distintas circunstancias económicas nunca había podido llegar a concretar.

– ¿Qué crees que falta para que se haga justicia?

– Para que Carlos pueda descansar en paz y para que yo pueda conseguir una mínima tranquilidad, para mi y mis hijas, necesitamos que caigan los verdaderos culpables. Por que Poblete disparó, pero él solo cumplió una orden que bajó Jorge Sobisch y que participaron otros 13 efectivos. Nosotros necesitamos que se haga justicia, por que las cosas que no se concretan, que no se sancionan, que se dejan pasar significan que pueden volver a suceder. Nosotros también usamos el “Nunca Más”, como las Abuelas de Plaza de Mayo, por que no queremos que otro trabajador muera en una situación planificada por el Estado, que es quien nos debe brindar la seguridad.

– ¿Pensaste alguna vez en irte de aquí?

– Todos los días pensamos en irnos. Siempre alguna quiere irse, si no soy yo, es alguna de mis dos hijas. Lo pensamos más que nada por seguridad, ya que no nos brindaron la protección adecuada ni los procedimientos del esclarecimiento del asesinato. No se investigaron los hechos y hay verdades a medias, y duele. Duele mucho.

– ¿Notaste un cambio grande después de lo que pasó?

– No todo el que yo hubiera querido, pero sí. Creo que en muchos docentes cambiaron cosas y fue difícil volver al aula después de Arroyito. Aunque el cambio mayor fue fuera de Neuquén, la lucha más grosa es la que se da acá. Siempre en el lugar donde suceden las cosas es más difícil, ya que es donde más se siente y lastima.

Sandra es una mujer fuerte que intenta no quebrarse, a pesar que en la soledad, junto con su almohada, descarga todas esas lágrimas que va juntando en el día. Intenta nunca destruirse y mirar para adelante. Como Carlos le enseñó, a nunca bajar los brazos. Pero esa angustia también la siente en sus hijas, ya que la impunidad “es un manto negro que nos deja a todos en un estado de oscuridad”. Y dentro de ese estado, con ayuda de psicólogas, intentan seguir luchando y marchando por su padre para lograr que haya justicia.

– Cómo se hace para convivir con esa herida?

-La voy llevando como puedo, como me sale. Pero hace poco gané una batalla. Fui al Lago Paimún, en donde con Carlos pasamos los mejores momentos de nuestras vidas. Fui en una fecha muy dolorosa para mí, que fue Pascua, por que en ese mismo fin de semana de 2007 ocurrió el asesinato. Pero logré disfrutarlo. Lo sentí mío de nuevo. Pude ganar ese pequeño lugar de felicidad que me lo habían arrebatado. Y creo que mi duelo va progresando y evolucionando.

La jueza que lleva el caso Fuentealba II sobreseyó el 26 de febrero pasado a 14 de los 15 imputados bajo la justificación que la causa no puede encuadrarse como violación a los Derechos Humanos, y encontró como único autor material y penalmente responsable a Darío Poblete.

Línea de tiempo

• Marzo 2006: Gremio ATEN realiza un corte al acceso de la Refinería en Plaza Huincul

• Abril 2007: Cortan Ruta 22 y asesinan a Fuentealba.

• Marzo 2008: Perpetua para Darío Poblete.

• Septiembre 2014: La Justicia sobreseyó a todos los imputados (Raúl Rascuarelli, Subsecretario de seguridad; Carlos Zalazar y Moisés Soto, jefes de la policía y otros 12 miembros de la fuerza).

• Abril 2015: El tribunal integrado por Federico Sommer, Liliana Deiub y Gladyz Folone revocó por mayoría la decisión tomada en el 2014 por Ana Malvido, jueza de Garantías.

• Febrero 2016: La jueza Carina Alvarez sobreseyó a los imputados.


*Artículo publicado en El Equipo